Calma,
eterna ausente deseada,
amiga envejecida de mi infancia
de tardes calurosas de verano.
Calma,
errática ventura de los tiempos,
esquiva consejera de silencios
en lugares retirados.
Calma
de callejas angostas en el mediodía,
de paredes blancas y de flores vivas
bajo un cielo rojo de tejados.
Calma
de sabores dulces,
de pálidas luces
y de suave tacto.
Calma
descubierta acurrucada,
desvalida y rota, abandonada.
Calma que se queda sola, esperando.
Pequeña y asustada, pero calma.
Sólo por un par de vueltas que me he pegado por tu blog, diría que me gusta mucho más tu poesía que tu prosa (sin desmerecer a la segunda)...
ResponderEliminarSigo indagando
Me alegra que me leas y me halaga que te guste. Sigue indagando.
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