viernes, 20 de enero de 2017

Las caras de la nieve

Nieva. Y la alegría retorna desde aquel pupitre en lo alto del palacio. Viernes ha de ser para tanto jolgorio que apenas respeta el letargo benévolo de Don Antonio, deseoso como todos de que den las cinco y media. Tal vez las calles ya estén blancas para entonces pues los copos apenas dejan ver más allá de la ventana empañada, hacia el valle y la Serrota. Se acumulan inquietos gordos y grises, abriéndose paso en un caos silencioso que acaba hipnotizando. Hago sitio en mi banco de madera y otros se acercan y nos rodean, los codos apoyados en la mesa, con el beneplácito del maestro. Rostros despreocupados que he ido olvidando pero que aún percibo alrededor en ciertos instantes de sosiego cuando el frío se cuela por los cristales y el cansancio me recuerda que es hora de parar.

martes, 17 de enero de 2017

Cinco

Uno, dos, tres, cuatro; contó para sí. Uno, dos, tres, cuatro; repitió en voz alta como si escucharse a sí mismo fuera a permitirle alcanzar algo más lejos. La oscuridad del cuarto y el calor bajo las mantas no ayudaba al desbloqueo. Uno, dos, tres, cuatro. Si al menos supiera lo que contaba o estuviera seguro de seguir despierto. Pam, pam, pam, pam; y vuelta a empezar con la insistente cadencia de una calma falsa, artificial, que apenas duraba ese puñado de segundos antes de asomarse otra vez a un abismo sin fondo del que el uno volvía a rescatarle. Apretó aún más los párpados. Los ecos resonaron en su cabeza agrandando un vacío estremecedor. Uno, dos, tres, cuatro, uno, dos, tres, cuatro; el sudor empapaba ya las sábanas y el corazón latía desbocado. Uno, dos, tres, cuatro. Pudo al fin abrir los ojos y retomó el control sobre su cuerpo. Se alzó apoyado en los codos y sus ojos encontraron la sombra pálida de la ventana. Uno, dos, tres, cuatro. Respiro profundo y el ritmo se ralentizó como si los números tomaran impulso para seguir adelante. Pero volvieron a detenerse en el mismo punto y a comenzar de nuevo, inalterables. Probó a contarlos con los dedos pero al quinto tomó por el primero y su mano abarcó hasta el infinito.

miércoles, 4 de enero de 2017

Esperando a los Reyes

Superado el primer sofocón del año sin más pena ni más gloria que aquellas de mi infancia aguantándome las nauseas frente al tazón pálido de Colacao y de camino de vuelta al cole tras las vacaciones de Navidad, me detengo y respiro hondo.

Apenas se intuye una paz artificial que ha de durar el resto de la jornada, hasta el próximo zafarrancho de combate, pero a mí me invade el alivio del trámite cumplido y regreso a ese mítico momento que empezó hace cuatro días y no terminará hasta el seis de enero. Este impasse de fechas que se agotan y se alargan hacia el éxtasis del premio merecido. Me resisto a claudicar de esta manera y me convenzo de que aún sigo de asueto. Como habré de estarlo mañana pese a despertadores, atascos y pamplinas.