sábado, 11 de agosto de 2018

El abismo

Sintió sus dedos relajarse y apenas se resistió. Tumbado como estaba, el brazo entero había empezado a entumírsele y la cabeza aún le daba vueltas, animada por una sensación de urgencia que seguía sobrepasándole. Podía sentir su aliento y en sus ojos una angustia infinita. La súplica callada resultaba ya inútil, conscientes ambos de que a ninguno le quedaban más fuerzas y apartó la mirada cargada de culpa. Notó aflojarse la presión de su último contacto y dejó que marchara para siempre.