jueves, 21 de marzo de 2019

La injuria

La primera vez que lo escuchó pensó que se equivocaban. ¿Cómo era posible que pensaran algo así? Lo olvidó por tanto hasta que volvieron a llamárselo con más énfasis aun. Imposible como seguía pareciéndole, no pudo ignorar ser el destinatario de aquel epíteto, de modo que se planteó si tal vez desconociera el significado de la palabra en cuestión. Consultó varias fuentes pero todas le reafirmaron en su cada vez más indignada perplejidad.

Al persistir en sus improperios y, convencido de que algo en su forma de ser, sus comentarios o actitudes debía resultarles sospechoso, comenzó a analizar cada uno de sus pensamientos y los gestos que de su rostro devolvía el espejo ante el que acabó por pasar horas interminables. Cada noche al acostarse, el insulto abominable le llenaba el espíritu de absurdas pesadillas que empezaron también a enturbiar sus horas de vigilia y pronto se sorprendió sujetándose impulsos hasta entonces desconocidos. Tratando de evitar dar muestras de su creciente inquietud, redujo al máximo sus contactos sociales y fue tornándose huraño y resentido.

En una de sus escasas salidas nocturnas reconoció a aquel que por primera vez le había señalado con la ignominia que todavía arrastraba. Zarandeado por una mezcla de rabia y azoro, consiguió aproximarse hasta que el otro, vacía cómo estaba la calle, le miró también con un gesto de extrañeza que casi de inmediato tornó en sorpresa.

"¡Pero bueno!"

Una media sonrisa, como aquella que usaba para humillar a tantos otros, acompañó sus palabras que, sin embargo, sonaron teñidas de una ligera inquietud. Como no respondió, meneó el otro la cabeza e hizo ademán de esquivarle y marcharse de allí. Pero él se había plantado ya a solo un par de pasos y el desinterés del otro le azuzaba un deseo irrefrenable de saldar cuentas.

"Mira... no tengo tiempo de..."

Se atascó sin saber cómo seguir. Y un reflejo de pánico en sus ojos al avanzar otro paso hacia él le inyectó una furia tranquila que nunca antes había sentido.

Dejó que diera media vuelta y echara a correr doblando por la primera callejuela que se abrió a su derecha. Pero solo un par de segundos después apretó los puños y tiró tras él.

Recordó el insulto por última vez. Después de todo, siempre tuvieron razón.