miércoles, 22 de julio de 2015

Plenamente

Camino. Siento cada paso lento
posarse en el sendero que me guía,
mis rodillas ligeras todavía,
la espalda recta, rítmico el aliento.

Percibo cada aroma en cada viento,
cada rayo de sol del mediodía,
el ruido y el silencio en armonía,
cada punto de luz del firmamento.

Lo veo todo sin mirar a nada,
detengo mil palabras en mi mente;
la realidad se torna coherente,
perfecta, irracional, armonizada
y me arrebata de pasión calmada,
de exigua plenitud intrascendente.

jueves, 16 de julio de 2015

Por su propio peso

La sensación de caer era bien distinta a cuantas antes había experimentado y, desde luego, mucho más desagradable que su opuesta. Hasta entonces sólo había ascendido; a ritmos variables según los medios que le llevaran, mas siempre hacia arriba, muy derecho, sin trabas ni sobresaltos.

Por eso le sorprendió aquel repentino cambio de tendencia.

Lo primero que echó en falta fue ese apoyo suave, casi imperceptible bajo las nalgas y, de inmediato, el peso desconocido de sus piernas pendiendo como inertes en el vacío. Tal vez también por la sorpresa o la misma gravedad, sus intestinos perezosos despertaron alarmados desatando una urgencia que a duras penas logró controlar mientras buscaba algo a lo que asirse por no irse de tal manera. Mas nada de cuanto le rodeaba parecía más proclive que él mismo a mantenerse en el aire y alguno de aquellos pertrechos empezaron a caer sin aguardarle. Los observó alejarse con mucha más rabia que nostalgia, apenas preocupado por su creciente falta de impulso. A la fuerza, pensó, había de ser algo pasajero, un error ajeno que al instante sería subsanado. Pero al cabo de unos segundos se detuvo por completo en un punto intermedio entre el cenit y el fondo aborrecible del que había partido.

...Un efímero instante suspendido en la más absoluta soledad...


Justo antes de emprender el regreso, desplegó unas alas magníficas e inútiles que jamás supo como usar.

jueves, 2 de julio de 2015

Efectos del calor

Otra mañana de ventanas abiertas. Un fulano subasta carne para barbacoa en un mercado cercano. Si me abstraigo de su inglés  de Liverpool, diría que escucho el soniquete machacón del colchonero lanero; un tanto más sutil, eso sí, y sin Georgi Dann de música de fondo.

Nostalgias de afiladores y megáfonos pregonando el paso fugaz del Mayor Espectáculo del Mundo. Ese que plantaba su carpa en el solar tras la estación de autobuses, donde por un par de días languidecían fieras famélicas tras los barrotes sucios de sus jaulas; leones que asustaban menos que los chuchos que, por aquel entonces, campaban a sus anchas por toda la ciudad, pero que aún alimentaban nuestras fantasías en blanco y negro de Primera Sesión. Johnny Weissmuller metido en la centrifugadora, abrazado a un cocodrilo de trapo o cabalgando frenético a lomos de un rinoceronte desbocado mientras le daba lo suyo con aquel cuchillito del todo a cien. Nada que ver con la “albaceteña” que Curro Jiménez se sacaba del fajín; una faca imponente que a nosotros nos compraban de plástico en el Kiosco. El primo tenía una pequeñita de verdad que usábamos para afilar palitos mientras esperábamos que el sol dejara de picar sentados a la sombra de un árbol a cierta distancia de donde las madres retiraban las viandas de la mesa plegable de vuelta a las fiambreras y los bolsos nevera. Hasta dos horas y media, según la manías del padre, tío o tía de turno, había que esperar para meterse en el río, que se le temía más a los cortes de digestión que a cualquier nublao de aquellos que solían organizarse ya de tarde a zambombazos luminosos y goterones de lluvia caliente. De vuelta a casa, parados en el camino de tierra con las ventanillas bajadas, aguardando que pasara el tren y se alzara la barrera, la noche había quedado fresquita y las cigarras dejaban por fin que los grillos siguieran con la cantinela. Casi dormidos alcanzábamos un colchón y una sábana arrugada donde caer rendidos tras otra jornada eterna y victoriosa que había de repetirse inalterable hasta que en Septiembre forráramos los libros de texto. Día tras día, noche tras noche.


El mercado ha recogido algo más temprano de lo habitual y la temperatura se ha desplomado a valores más propios de esta isla. Epílogo de una extraña mañana y una noche asfixiante de soñar pesado, casi doloroso.