miércoles, 1 de junio de 2016

La miel, el oso y el zorro

Un delicioso panal de miel colgaba de una de las ramas más altas de un árbol. Por allí pasaban a diario un oso y un zorro y ambos se relamían con la visión de tan apetitoso manjar.

Cuando el oso lo miraba, una inmensa tristeza se apoderaba de él al saberlo inalcanzable. Sin embargo el zorro se llenaba de enérgica ilusión cada vez que lo veía desde abajo.

Día tras día la frustración del oso fue creciendo al tiempo que la esperanza del zorro se hacía más real. Por no sufrir más, el oso cruzaba cada vez más deprisa bajo el árbol casi sin mirar el panal, mientras el zorro seguía celebrando entusiasmado la presencia de la miel dando vueltas alrededor del tronco.

Un buen día, tras una noche de tormenta, el oso pasó bajo el árbol con la mirada en el suelo. “Qué pena no poder comerlo” refunfuñó mientras se alejaba. Unos minutos después el zorro se acercó como cada mañana y, para su deleite, encontró el panal enganchado en una rama más baja. Sin duda el vendaval lo había desprendido durante la noche y aguardaba al alcance de sus zarpas. Alzado en las patas traseras, el zorro cogió el panal con sus fauces y se alejó de allí pensando “Mañana empezaré a buscar en otra parte”.


No pidas con lamentos ni desees sin ilusión. Llegan antes los que disfrutan la espera.