jueves, 24 de octubre de 2019

El tiempo usurpado

Despertó con la boca seca y una nube pesada en la cabeza. El regusto de la escuela suspendida duró apenas un instante, lo justo para situarse en otra realidad que en nada se asemejaba a aquellos días. La distancia se había ido endulzando, el escenario resultaba menos arriesgado y su papel más relevante y enriquecedor. Pero el episodio revivido con el énfasis fanático de los juglares había logrado sobreponer lo actual en los recuerdos y amalgamar sentimientos antiguos y modernos hasta el punto de borrar cuanto sucedió entretanto. Como si de un embrujo se tratara se encontró perdido, desposeído de una historia propia, proscrito por aquellos que pretendían enfangarle las memorias con indignidades y pecados ajenos. Tal vez las manos hábiles del trilero hubieran burlado a todos, su sonrisa taimada encandilado por doquier. Pero en cuarenta y cuatro años había aprendido a reconocer la mezquindad del miserable que por un minuto de gloria pretendió despreciarle media vida y enfrentarle al mundo entero.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Entre paréntesis

Desperté sin los arrestos para enfrentarme a un día como hoy, a medio camino y con las fuerzas justas, sorprendido incluso, con un regusto insípido de trámite ineludible. Poco de cuanto fue resulta ahora apetecible e incluso la fecha mágica adornada de viernes se atraganta como si fuera un día más.

Después, sin embargo, empiezan los parabienes que se van acumulando. Entre ellos una antigua fotografía que antes jamás había visto. Dos niños sentados a la mesa para el desayuno; sonriente el muchacho, pensativo el chiquillo, poco más que un bebé. Recuerdo a ambos por distintos escenarios, tiempos diferentes y lugares tan distantes que parecen de mundos opuestos, tal vez de vidas separadas. Pero en ambos me reconozco y hallo alivio, los dos me recuerdan que estuve y que estaré, que aguardan a ambos lados de esta vida entre paréntesis.

viernes, 20 de septiembre de 2019

La alimaña

No le habían adiestrado para tareas de aquel calibre. Asomar el hocico una vez al año podía parecer sencillo pero, con el tiempo, mucho había cambiado y casi nada resultaba agradable como entonces.

Mientras observaba las gotas casi salpicándole, sintió de repente todo lo que había llovido, todo el gris que le había ido oscureciendo pero a la vez el calor y la paz que había atesorado en la madriguera, con los suyos.

Atisbó hasta donde su vista maltrecha alcanzaba y fue incapaz de identificar peligro alguno. Tal vez por aquello mismo, el retortijón se le enredó también en las patas, que empezaron a temblarle. Desconfiado hasta de sus propios sentidos, trataba de convencerse de que por más que esperara, nada ahí fuera iba a invitarle un ápice más a salir mañana, ni el siguiente, ni ningún otro día.

Pensó, por otra parte, que la luz, el viento los sonidos que arrullaban el bosque no iban a cambiar y que le aguardarían cuanto hiciera falta. De manera que volvió a ocultarse y dando media vuelta, regresó al fondo del agujero.

Soñó que las sombras aliviaban al claro del sol de Agosto. Que la rivera cercana reverberaba sobre un silencio de hojas quietas. Sus pies sumergidos en un mar de hierba fresca, el aire acariciándole el cuerpo entero. Y al despertar, supo que ese día por fin se atrevería a salir.

Recorrió ansioso el túnel que llevaba al bosque y como cada mañana se detuvo en la salida. Un resplandor rojizo se cernía aún sobre el paisaje calcinado, atravesado de columnas de humo que le abrasó en cada aliento y anegó de lágrimas sus ojos.

domingo, 26 de mayo de 2019

La curación

Ralentizó el paso y casi sintió que le embestía por detrás, como si marchara pegado a su espalda. No podía calcular por cuánto tiempo llevaba siguiéndole pues guardaba un silencio desconocido hasta entonces. Hacía meses ya que creyó haberse librado para siempre de su presencia pero, tal vez, tan solo callaba aguardando la oportunidad de volver a tomarle por asalto. Parte de las sensaciones de aquellos tiempos se agolparon en su mirada y por un momento sintió el vértigo de verse arrastrado de vuelta al abismo. Pudo haberse girado, encarar su presencia con la osadia que había fingido durante meses. No le habría faltado valor esta vez, pues tan aterrador le resultaba acabar entre sus fauces como sentir su amenaza para siempre. Recordó la distancia, el desamparo, la miseria de aquellos días enredados en memorias confusas y malsanas. No pudo dar un paso más y se detuvo. Aguardaron los dos inspirando profundo; la bestia aún a su espalda, tensa pero quieta, expectante, tal vez curiosa; él tranquilo otra vez, consciente de su presencia inevitable.

Se derramó un instante que duró una vida. Sin volverse, extendio la mano hacia atrás hasta sentir el aliento húmedo en su piel. Consiguió sujetar el pulso ofreciendo aún la palma abierta y el jadeo fue calmándose hasta acompasarse a su propia respiración. Apartó la mano y echó a andar despacio, con parsimonia, seguro de que aún le seguía, que lo haría eternamente. Y a cada paso sintió crecer una fuerza extraordinaria que le envolvía y le llenaba, tan propia como ajena, desde el centro mismo de ninguna parte.

jueves, 2 de mayo de 2019

A tartazo limpio

Qué hartura, qué cansancio ¡vive Dios! Qué alarde de vileza y medianía. Qué empacho de ofertas y mentiras, de muecas impostadas de galán de pacotilla. Qué empalago de ñoñeces y alabanzas, de boca pequeña y de sonrisas falsas.

Cuánto tuve que escuchar para tan poco, qué pérdida de tiempo, qué dislate. Ya no quiero ni mirarles de reojo, ni escucharles sus sandeces, ni saber de sus andanzas. Me he cansado de sus agrias controversias. Prefiero mil veces el dulce y la comedia, los payasos con gracia y con talento; los villanos y los héroes de cine de colegio, que supieron como nadie resolver sus diferencias con mesura y elegancia.

https://m.youtube.com/watch?v=m5sKyo-jLTU&t=14s

jueves, 21 de marzo de 2019

La injuria

La primera vez que lo escuchó pensó que se equivocaban. ¿Cómo era posible que pensaran algo así? Lo olvidó por tanto hasta que volvieron a llamárselo con más énfasis aun. Imposible como seguía pareciéndole, no pudo ignorar ser el destinatario de aquel epíteto, de modo que se planteó si tal vez desconociera el significado de la palabra en cuestión. Consultó varias fuentes pero todas le reafirmaron en su cada vez más indignada perplejidad.

Al persistir en sus improperios y, convencido de que algo en su forma de ser, sus comentarios o actitudes debía resultarles sospechoso, comenzó a analizar cada uno de sus pensamientos y los gestos que de su rostro devolvía el espejo ante el que acabó por pasar horas interminables. Cada noche al acostarse, el insulto abominable le llenaba el espíritu de absurdas pesadillas que empezaron también a enturbiar sus horas de vigilia y pronto se sorprendió sujetándose impulsos hasta entonces desconocidos. Tratando de evitar dar muestras de su creciente inquietud, redujo al máximo sus contactos sociales y fue tornándose huraño y resentido.

En una de sus escasas salidas nocturnas reconoció a aquel que por primera vez le había señalado con la ignominia que todavía arrastraba. Zarandeado por una mezcla de rabia y azoro, consiguió aproximarse hasta que el otro, vacía cómo estaba la calle, le miró también con un gesto de extrañeza que casi de inmediato tornó en sorpresa.

"¡Pero bueno!"

Una media sonrisa, como aquella que usaba para humillar a tantos otros, acompañó sus palabras que, sin embargo, sonaron teñidas de una ligera inquietud. Como no respondió, meneó el otro la cabeza e hizo ademán de esquivarle y marcharse de allí. Pero él se había plantado ya a solo un par de pasos y el desinterés del otro le azuzaba un deseo irrefrenable de saldar cuentas.

"Mira... no tengo tiempo de..."

Se atascó sin saber cómo seguir. Y un reflejo de pánico en sus ojos al avanzar otro paso hacia él le inyectó una furia tranquila que nunca antes había sentido.

Dejó que diera media vuelta y echara a correr doblando por la primera callejuela que se abrió a su derecha. Pero solo un par de segundos después apretó los puños y tiró tras él.

Recordó el insulto por última vez. Después de todo, siempre tuvieron razón.