viernes, 16 de junio de 2017

El castaño que tiraba piñas

Cansados tras una larga jornada, un grupo de peregrinos se tendió a la sombra frondosa de un árbol viejo junto a un muro alto de piedra que separaba dos campos al borde de un camino.

A cabo de un rato uno de ellos despertó sobresaltado al golpearle una piña en la cabeza. Las risas de los otros cesaron al caerles la segunda y sus gestos se tornaron sorprendidos al señalar uno de ellos:

“¡Pero si esto es un castaño!”

Todos asintieron en silencio mirando hacia arriba. Algunos se rascaban la cabeza, otros se mordían las uñas murmurando:

“No me gusta. Esto ha de ser cosa de brujas”.

“Un mal presagio”, auguró otro.

Pero los menos supersticiosos se negaban a creer en algo así y trataban de tranquilizar a los demás.

“Tal vez se trate de un tipo peculiar de castaña”.

“O este árbol sea una especie extraña, típica de estas tierras”.

Algunos se escandalizaron y casi todos se enzarzaron en una discusión que se alargó hasta el anochecer.

Fue entonces cuando uno de los peregrinos, cansado de tanta porfía, decidió reanudar la marcha y , solo, se alejó del grupo hacia el camino de tierra. Desde allí todavía le llegaban las voces de sus compañeros de viaje. Al volverse, les vio arremolinados bajo el árbol junto al muro. Del otro lado, un pino enorme extendía sus ramas sobre la copa del viejo castaño.


No te empeñes en resolver los problemas mientras te ofuscan. Una visión más distante e imparcial te mostrará las soluciones.

jueves, 15 de junio de 2017

IE

Lo veo una y otra vez; imágenes cambiantes pero igual de aterradoras, amalgama de escenas repetidas y ensoñaciones macabras y obsesivas. El miedo se destila en rabia y luego en odio y otra vez en miedo. Y la piel se me enfría o se calienta o se me eriza según transito entre tantas emociones.

Trato aún de imaginarlo. Unas décimas de segundo, un impulso incomprensible o revelador, un delirio de lógica extrema, una exhibición de humildad demoledora y humillante, de generosidad ilimitada que resulta inalcanzable y que, al fin, habrá otra vez de salvarnos, uno a uno, para siempre.