Hoy fue
de esas mañanas que despiertas con la molesta incertidumbre del tiempo, el
lugar e incluso el sentir. Una discreta maraña de pensamientos se agolpaba a
las puertas de mi conciencia, esperando ansiosos a que levantara mis párpados
cerrados. Acerté a no abrir los ojos y quedé quieto, fingiendo que aún dormía,
con la intención de ponerlos por orden y, uno por uno, descubrir la sensación
que me causaban.
No tuve
demasiada suerte hoy pues ninguno llegó siquiera a ser una pizca placentero y,
a duras penas, me levanté sin sentirme enfadado, alimentando un pensamiento
mediocre que, sin embargo, me situó lejos de los abismos conocidos de la culpa,
el odio, la desesperación y el miedo.
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