viernes, 2 de diciembre de 2011

Prólogo sin libro

Hubiera preferido no haberlo visto, haberse aguantado las ganas un par de horas más hasta que, al amanecer, hubiera comenzado el trajín habitual de duchas y desayunos tempranos. Hubiera deseado no ser él quien le encontrara llorando, apoyado en la pared, junto a los lavabos, quien, en un vergonzoso y cobarde autoengaño, se hubiera convencido de que estuvo bien ignorar su desazón y hacer como si no le hubiera visto, quien le dejó allí solo y regresó corriendo a su habitación con el alma y la vejiga vacíos. Hubiera preferido no haberse olvidado del asunto ni quitarle importancia cuando volvió a estar frente a él; le hubiera gustado tener el valor de plantarles cara y negarse a humillarle una vez más.

Podría tal vez así haber cumplido el sueño de terminar el curso en Junio y optar a una de las becas Erasmus para continuar la carrera de arquitectura en Italia. Podría haber abandonado aquella ciudad y la casa de sus padres, demostrándose a sí mismo y a todos los demás que aquel no era su mundo y que era más que capaz de cambiarlo por si solo.

Pero ahora era demasiado tarde y el cambio que estaba experimentando, tan impuesto como el resto de los que había sufrido hasta entonces, iba a ser ya definitivo.

Hubiera preferido no haberle vuelto a ver en aquel mismo baño llorando como entonces, lágrimas de rabia esta vez, mientras le hundía la traquea en el cuello, dejándole a merced de una muerte segura que no se detuvo a escuchar ninguno de sus deseos.

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