viernes, 9 de noviembre de 2012

Zenón (Entre dos cartas)


Alcanzó la calle justo a tiempo de verle aparecer doblando la esquina y caminó decidido a su encuentro sin apartar la mirada de su rostro. En vano trató de percibir un mínimo gesto que hiciera dudar a su instinto certero y ni siquiera cuando el otro, percatado de su interés, le devolvió una hostil mirada de sorpresa, pudo sentir algo más que una inmediata repulsa. Mantuvo no obstante su escrutinio a fin de comprobar si aquel rufián desconocía en verdad su identidad y sólo cuando estuvo a su altura,  susurró sujetándole por el brazo:
- Nada has conseguido entonces.
Un fuerte tirón hacia atrás le sirvió para soltarse, mas, llevado del impulso, su espalda golpeó la sucia fachada de la casa. Era un hombre fuerte, calculó Moses, tal vez más fuerte que él mismo, pero el paje, aprovechando la confusión que aún dominaba sobre la ira de su adversario, volvió a sujetarlo esta vez con ambas manos y empujó con fuerza hasta que sus hombros quedaron pegados a la cal de la pared.
- Tranquilo – habló de nuevo- nada has de temer.
Sonrió el otro entonces y en su inquietante mirada descubrió Moses que en verdad nada temía. Lentamente aflojó su presa ante la curiosa mirada de un niño que se había detenido a su lado y otros tantos que, algo más lejos, observaban cautos su disputa.
- No le conozco, ni sé de que me habla – replicó por fin el hombre, sonriendo aún mientras se colocaba las hombreras del abrigo y sacudía la cal de sus hombros.
- También a mí me envía Nadir.
La sonrisa del otro se borró por un instante y regresó aún más perversa.
- Tengo algo que decirle – continuó Moses.
Fue entonces el extraño quien sujetó el brazo del paje que apenas se resistió con un corto paso atrás con que afianzar su equilibrio. Miró el otro de soslayo a los que aún les observaban. Alguno se acercaba ya dubitativo por mediar en su altercado, mientras el niño seguía mirándoles a sólo unos metros.

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