miércoles, 31 de julio de 2013

Metamorfosis

El desánimo se apoderó de él tan pronto la mujer le invitó a sentarse en la sala de espera con aquella sonrisa desganada y ese soniquete acostumbrado a la rutina. No lo conocía, pero el vestíbulo le recordó a otros muchos en los que ya había estado, muy parecido al suyo propio, que ya no le importaba cruzar cada mañana de camino a su despacho.

¡Qué nefasta costumbre la de recuperar el regusto amargo de vivencias pasadas con tan solo una pista, un pie minúsculo e insignificante! En cuanto estuvo sentado en una de las sillas rojas dispuestas en varias filas frente a la recepción acristalada donde haraganeaban las secretarias, se vio invadido por un sentimiento largamente olvidado de destierro, abandono y fracaso. De sobra sabía que lo que le había llevado hasta allí distaba mucho de sus iniciales y lamentables intentos por unirse a la empresa. Con los años, había alcanzado cierta experiencia y la reunión de aquella tarde no suponía más que un mero trámite burocrático. Pero no pudo evitar el mismo nudo del estómago y que el corazón volviera a encogérsele en el pecho; no logró sujetar la digna altura de sus hombros, ni la quietud honorable de sus manos, mientras su mirada se despeñaba a los abismos de sus peores infiernos.

Algunos rostros familiares cruzaron la estancia pero nadie pareció reconocerle, envuelto como estaba en aquella crisálida aberrante, involutiva y, por un instante creyó que iba a perderse para siempre.

Así habría sucedido de no ser porque, por aquel entonces, él conocía una verdad ajena a lugares y personas, innata, eterna y global que le hacía único y omnipotente. En ese preciso instante pudo reconocer aquella fuerza en el ser que era, pero también en aquel que fue, el que amenazaba con regresar. Muy consciente, su cuerpo fue recuperando la apariencia de su gloria interior y todo alrededor se puso a su servicio, como había de ser.

2 comentarios:

  1. Parece el comienzo de un relato muy intrigante José Félix, ¡enhorabuena!
    Saludos cordiales.

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  2. Más bien lo contrario. Se trata de un final largamente deseado. Gracias Aurea.

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