¡Un
momento! Dos tal vez. Detengamos el artilugio. Guardemos silencio, respiremos
despacio y pasemos por alto nuestras miradas atónitas y el orgullo ridículo que
compartimos. Olvidemos nuestras palabras huecas y los términos más que nunca
definitivos con los que justificamos esta creciente soledad.
Cerremos
los ojos. Escuchemos de verdad. Permitámonos el placer de la ignorancia, el
privilegio de comprender sin que nos expliquen, de estar seguros y confiar
cuanto más dudas tengamos. Pues sólo sin llevar razón vamos a encontrar aquello
que muchos ni siquiera hemos buscado. Lo mismo que intuimos por doquier en el
brillo cotidiano del Universo que nos rodea.
Abramos,
pues, la puerta de esta jaula. Dejemos de merodear entre nuestras propias
sombras, de debatir el absurdo hasta la incongruencia más absoluta. Y salid
conmigo quienes tengáis agallas; aquellos que aún retengan la sospecha original
de que todo funciona y tiene sentido; a pesar de nuestro empeño infinito por
convencernos de lo contrario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario