viernes, 11 de noviembre de 2011

Le faltó valor

Llegado el momento se acobardó, le faltaron las fuerzas, quedó sin aliento y la voz se le apagó. Buscó alrededor pero no halló nadie en quien poder encontrar aquel último impulso necesario para completar su cometido; demasiado solo para complacer las ansias de reconocimiento y notoriedad que le habían motivado en un principio.

El mar, como un punto final, se extendía infinito al pie del acantilado, confirmando la insignificancia con que, durante los últimos meses se había ido difuminando entre los lugares y las gentes que le habían conocido y pronto empezaron a olvidarle. La soledad y el anonimato no siempre fueron dolorosos. Al principio le resultaron llevaderos, casi convenientes para un espíritu ya de por si algo huraño y vergonzoso, pero el desasosiego de los días por venir, extrañándolo todo, incapaz de reconocerse, empezó a llenarle el alma de dudas y de miedos. En cada momento de debilidad, había tratado de recuperar las ilusiones de gloria prometidas por sus maestros e instigadores, pero nunca fue capaz de sentirlas tan reales como entonces y, a medio camino, empezó a sospechar que tal vez le hubieran engañado, que al final no habría recompensa ni felicitaciones, que la misma miseria e ignorancia que abandonó en su día le habían perseguido hasta allí mismo, cortándole la retirada, empujándole al abismo.

En aquella verdad descorazonadora halló el incentivo final para acabar con aquello.

Pero le faltó valor.

Observó el arma en su mano derecha y la sombra de su víctima a sus pies. Con un grito de rabia la arrojó al vacío y, dando media vuelta, emprendió el camino de regreso a casa.

2 comentarios:

  1. No había tenido ocasión de leer este relato, José Félix, me encanta, de veras.
    Enhorabuena.
    Un saludo muy cordial.

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  2. Me alegro muchísimo de que me sigas leyendo y aún te guste. Un abrazo.

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