martes, 17 de enero de 2017

Cinco

Uno, dos, tres, cuatro; contó para sí. Uno, dos, tres, cuatro; repitió en voz alta como si escucharse a sí mismo fuera a permitirle alcanzar algo más lejos. La oscuridad del cuarto y el calor bajo las mantas no ayudaba al desbloqueo. Uno, dos, tres, cuatro. Si al menos supiera lo que contaba o estuviera seguro de seguir despierto. Pam, pam, pam, pam; y vuelta a empezar con la insistente cadencia de una calma falsa, artificial, que apenas duraba ese puñado de segundos antes de asomarse otra vez a un abismo sin fondo del que el uno volvía a rescatarle. Apretó aún más los párpados. Los ecos resonaron en su cabeza agrandando un vacío estremecedor. Uno, dos, tres, cuatro, uno, dos, tres, cuatro; el sudor empapaba ya las sábanas y el corazón latía desbocado. Uno, dos, tres, cuatro. Pudo al fin abrir los ojos y retomó el control sobre su cuerpo. Se alzó apoyado en los codos y sus ojos encontraron la sombra pálida de la ventana. Uno, dos, tres, cuatro. Respiro profundo y el ritmo se ralentizó como si los números tomaran impulso para seguir adelante. Pero volvieron a detenerse en el mismo punto y a comenzar de nuevo, inalterables. Probó a contarlos con los dedos pero al quinto tomó por el primero y su mano abarcó hasta el infinito.

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