viernes, 20 de enero de 2017

Las caras de la nieve

Nieva. Y la alegría retorna desde aquel pupitre en lo alto del palacio. Viernes ha de ser para tanto jolgorio que apenas respeta el letargo benévolo de Don Antonio, deseoso como todos de que den las cinco y media. Tal vez las calles ya estén blancas para entonces pues los copos apenas dejan ver más allá de la ventana empañada, hacia el valle y la Serrota. Se acumulan inquietos gordos y grises, abriéndose paso en un caos silencioso que acaba hipnotizando. Hago sitio en mi banco de madera y otros se acercan y nos rodean, los codos apoyados en la mesa, con el beneplácito del maestro. Rostros despreocupados que he ido olvidando pero que aún percibo alrededor en ciertos instantes de sosiego cuando el frío se cuela por los cristales y el cansancio me recuerda que es hora de parar.

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