domingo, 15 de septiembre de 2013

El último verano

No son como antaño fueron esos mares,
los recuerdo más azules y valientes;
la arena de las playas se ha ensuciado
de basuras modernas
y las olas se han callado
ahogadas en el ruido de las gentes.

Ya no es el mismo el sol de mis recuerdos,
se ha alejado más de Dios
disfrazado de nublado
y, cansado de toldos y sombrillas,
estampa su venganza en nuestros cuerpos.

Extraño los tejados rojos de paredes blancas,
las palmeras quietas en los parques secos,
los caminos de polvo hacia el kiosco
perdidos entre campos y solares.

Ya no gritan los muchachos en las calles,
no me venden baratijas de nevera
de envoltorios desteñidos, pegajosos,
ni le saben los vinos a casera
a mis labios rodeados de sonrojo.

Ya no huelen las novelas
a papel a polvo y sal;
se han borrado tantas letras de las hojas
que avanzo temeroso en sus historias,
perdido el aliento en la premura
de hallar algo que me vuelva a emocionar.

No quisiera creer en tanto olvido,
he llegado a dudar de mi memoria;
si me quedo en la noche junto al mar,
donde el oscuro silencio
no distingue entre los tiempos,
encontraré mi cadáver de chiquillo,
mar adentro, arrastrado por las olas.

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