jueves, 15 de junio de 2017

IE

Lo veo una y otra vez; imágenes cambiantes pero igual de aterradoras, amalgama de escenas repetidas y ensoñaciones macabras y obsesivas. El miedo se destila en rabia y luego en odio y otra vez en miedo. Y la piel se me enfría o se calienta o se me eriza según transito entre tantas emociones.

Trato aún de imaginarlo. Unas décimas de segundo, un impulso incomprensible o revelador, un delirio de lógica extrema, una exhibición de humildad demoledora y humillante, de generosidad ilimitada que resulta inalcanzable y que, al fin, habrá otra vez de salvarnos, uno a uno, para siempre.

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