Aceleró al sentir su presencia más cercana pero se aseguró
de no alejarse demasiado y mantener así su ritmo prometedor.
Apenas restaban tres vueltas para el final. Le pareció
sentirse inusualmente cómodo a esas alturas (las piernas respondiendo aún a los latidos regulares y la
respiración todavía controlada de su pecho) y tuvo que resistir la tentación de
apretar algo más el paso, consciente de su papel imprescindible mas secundario.
Al comenzar la penúltima vuelta percibió a los aspirantes
alborotándose por detrás. Girando a medias la cabeza comprobó que algún osado
empezaba a testar las fuerzas de los favoritos y que el grupo se estiraba de
manera irreversible.
Algo más que su orgullo profesional le animó a forzar un
nuevo acelerón y volvió a comprobar con sorpresa que su cuerpo respondía como
nunca antes.
La persecución se desbocó en zancadas descomunales pero la
distancia que les separaba apenas se había reducido cuando cruzaron la línea de
meta por penúltima vez.
La liebre se sintió flotar sobre la pista como si ya no
necesitara posar los pies para seguir corriendo. En su pecho dejó de sentir las
sístoles violentas y sus pulmones dejaron de dolerle. Al enfilar la recta final, el griterío del público enmudeció en sus oídos y todo cuanto vio fue el vació más
delicioso interponerse en su camino hacia la gloria.
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