Volvió
a soñar con ella y, como siempre, despertó angustiado por terribles pesadillas.
Su mente enfermiza, empeñada en imaginar lo que sucedió desde aquel fatídico
día, le ilustraba la tragedia de manera tan cruda que apenas era capaz de
recordarla tal como la había conocido. Era, sin embargo, amparados en la
impunidad de un dormir frágil y temeroso, cuando la rabia y el remordimiento le
torturaban sin piedad con sueños truculentos; y el horror por verla así,
añadido a la añoranza de lo que ya jamás sería, le sumían como aquella noche en
una desazón cercana al delirio.
domingo, 8 de septiembre de 2013
XLIII
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