Desperté sin los arrestos para enfrentarme a un día como hoy, a medio camino y con las fuerzas justas, sorprendido incluso, con un regusto insípido de trámite ineludible. Poco de cuanto fue resulta ahora apetecible e incluso la fecha mágica adornada de viernes se atraganta como si fuera un día más.
Después, sin embargo, empiezan los parabienes que se van acumulando. Entre ellos una antigua fotografía que antes jamás había visto. Dos niños sentados a la mesa para el desayuno; sonriente el muchacho, pensativo el chiquillo, poco más que un bebé. Recuerdo a ambos por distintos escenarios, tiempos diferentes y lugares tan distantes que parecen de mundos opuestos, tal vez de vidas separadas. Pero en ambos me reconozco y hallo alivio, los dos me recuerdan que estuve y que estaré, que aguardan a ambos lados de esta vida entre paréntesis.
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