jueves, 16 de julio de 2015

Por su propio peso

La sensación de caer era bien distinta a cuantas antes había experimentado y, desde luego, mucho más desagradable que su opuesta. Hasta entonces sólo había ascendido; a ritmos variables según los medios que le llevaran, mas siempre hacia arriba, muy derecho, sin trabas ni sobresaltos.

Por eso le sorprendió aquel repentino cambio de tendencia.

Lo primero que echó en falta fue ese apoyo suave, casi imperceptible bajo las nalgas y, de inmediato, el peso desconocido de sus piernas pendiendo como inertes en el vacío. Tal vez también por la sorpresa o la misma gravedad, sus intestinos perezosos despertaron alarmados desatando una urgencia que a duras penas logró controlar mientras buscaba algo a lo que asirse por no irse de tal manera. Mas nada de cuanto le rodeaba parecía más proclive que él mismo a mantenerse en el aire y alguno de aquellos pertrechos empezaron a caer sin aguardarle. Los observó alejarse con mucha más rabia que nostalgia, apenas preocupado por su creciente falta de impulso. A la fuerza, pensó, había de ser algo pasajero, un error ajeno que al instante sería subsanado. Pero al cabo de unos segundos se detuvo por completo en un punto intermedio entre el cenit y el fondo aborrecible del que había partido.

...Un efímero instante suspendido en la más absoluta soledad...


Justo antes de emprender el regreso, desplegó unas alas magníficas e inútiles que jamás supo como usar.

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