Llegado a este punto me pregunto
de qué demonios estoy hablando; llegado cuándo, para cuánto, ¿con intenciones
de seguir? O más bien aparte, tal vez final o simplemente suspensivo.
Quizás debería detenerme y mirar
alrededor. Hacer equilibrios sobre el hilo de mi madeja, sujeto al ovillo que aún
queda por desenrollar. Abrumado por esta capacidad innata de no agotarse, me
pregunto dónde, entre la maraña, se oculta el cabo final (o inicial según se
mire) y, en no hallando respuesta, me imbuyo de una inquietud existencial que
me anima a reanudar la marcha.
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