Hace un par de noches, tan pronto
escucharon el estruendo en el ático y el inspector abandonó su escondite en pos
de Quadrant, supe que estaba ante una historia fuera de lo común; de aquellas
que, de repente, como si de un hechizo se tratara, te sujetan por sorpresa con
un puñado de palabras despertando miedos atávicos imposibles de conjurar. “From
Doon with Death”, página ciento treinta y cinco, apenas quince para el final.
Unos minutos más tarde cerraba el libro con la confirmación de haberme por
fin encontrado con el genio de una gran dama sin saber que, tal vez, fuera ella
quien me alcanzó en su paso discreto a la eternidad.
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