domingo, 24 de agosto de 2025

Sus alas

Ayer mismo, 23 de Agosto, nos preguntabamos si tendría alma. Esa criaturita que despedíamos con dolor inesperado unas horas antes, tendida sobre la mesa del veterinario, su cuerpo menudito aún caliente de nuestros brazos.


"¿Cómo no ha de tenerla?", argumentamos, incapaces de concebir que tan solo una bolita de pelo pudiera entregar tanta paz, tanto amor, tanta bondad; atributos divinos del creador de todo.

Pasamos la noche con la esperanza de volverla a ver y hoy domingo nos forzamos a distraernos entre tiendas por la rivera del Támesis.  Ya de vuelta a casa, entramos en la Iglesia de Todos los Santos. Tras el servicio anglicano, apenas un puñado de personas quedaban allí, 3 ó 4 haciendo cola en una puerta baja y muy estrecha. Nos acercamos curiosos y una de ellas nos invitó a seguirles escaleras arriba (52 escalones en espiral, nos advirtió la mujer) y tras ella fuimos, esperando encontrar una buena vista de Kingston. Sin embargo, para nuestra sorpresa, llegamos a una sala cuadrangular ocupada por una veintena de personas. A través de un falso techo de madera doce gruesas cuerdas de esparto colgaban hasta el suelo. Nos invitaron a tomar asiento pegados a la pared y a observar en silencio. En seguida comprendimos que aquello no era una mera atracción turística y que habíamos sido escogidos para presenciar algo extraordinario. Tras una breve introducción por parte de su lider, el grupo se distribuyó alrededor de la sala, cada uno junto a una de las cuerdas.

Al escuchar los primeros tañidos, volvimos a sentir la falta de nuestra amiga y, mientras las campanas seguían repicando, comprendimos que Capra siempre tuvo razón y que Xana no sólo tiene alma sino que ya es un angelito.



sábado, 9 de agosto de 2025

Eterno gozo

9 de Agosto. Contemplo el horizonte desde la cubierta del "Galicia" surcando el Atlántico de vuelta a Londres, 64 años después.


En el capítulo VIII de "Se fue con prisas a la montaña", el Padre García de Pesquera me confirma la magnitud del hombre que contempló "El Milagro", justo en el aniversario de su muerte jubilosa.

Hace apenas dos semanas, a unos pasos de la iglesia que tantas veces acogió a sus niñas videntes para el rezo del rosario, adquirí esta obra fundamental sobre los hechos de Garabandal que me ha ido iluminando hasta este día de regreso a un presente amargo y repleto de tribulaciones. Contra ellas, el testimonio final de aquel hombre bendito que atestiguó la infinita bondad de nuestra madre celestial. Con envidia y admiración por su vida y muerte me encomiendo al Padre Luis María Andreu para compartir el regalo que le fue otorgado y por una pizca siquiera de su fe inquebrantable y la eterna alegría con que partió.