sábado, 25 de agosto de 2012

Palabreando


Al final resulta que no importa, aunque en realidad no importó desde el principio. Lápiz, bolígrafo, pluma, Olivettis escandalosas o teclados con ñ (o incluso sin ella); comas, puntos, tildes, minúsculas, mayúsculas, uves, jotas, ¡qué más da! La gramática más pura y académica, redactada en impoluta caligrafía de perfección ortográfica no va a interesarle a nadie si no les cuenta nada.

Las palabras sólo son trazos  escritos o vibraciones sonoras pronunciadas o escuchadas. No dejan de ser un mero medio de comunicación hasta que las fantaseas y las reinventas a tu modo, como en un puzzle y las vas dando un sentido secreto, inesperado, a lo largo de frases y de párrafos.

Las palabras, sin embargo, pueden volverse peligrosas; en ocasiones tienden a enmarañarse y forman una masa que puede incluso mantenerse en pie, como un muro infranqueable que no te deja pasar ni siquiera ver lo que hay del otro lado. No es que sean de natural rebeldes o tozudas. Algunas palabras llegan y se van, son esquivas sobre todo en los sueños, y hay que convencerlas de que se queden. No tratéis de capturarlas porque entonces se resisten, se trasforman, pierden el sentido y lo enredan todo. Conviene ser muy gentil con lo que se piensa y tratar de sentirse siempre bien porque de este modo llegaran las ideas y las expresiones justas y adecuadas, se dispondrán de la mejor manera y fluirán tranquilas o turbulentas según el cauce que las lleve.

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