Asomó
la cabeza y se encontró inmersa en un paisaje acogedor, rodeada de abigarradas colinas
y valles repletos de chiquillos entretenidos en revolver por todas partes.
Descubrió con placer que el lugar era propicio para asentarse y prosperar, que
todo alrededor era abundancia y seguridad. En absoluto le importunaron las
nubes negras que ocultaban un sol de justicia, ni el ruido ensordecedor de
motores cercanos; allí había nacido y allí habría de quedarse para siempre.
Uno de
los chavales se acercó, arrastrando una bolsa a medio llenar. La rata se ocultó
cauta y, magnánima, permitió que le arrancara un pedacito de miseria al paraíso
terrenal que compartían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario