jueves, 19 de abril de 2012

Manitas en la ventana y peces de colores

El hombre cerró la puerta con suavidad y quedó apoyado en ella, la mirada perdida en la penumbra de una casa que de pronto le parecía demasiado grande. Apenas estaba amaneciendo y el día entero se le antojaba inmenso e infranqueable. Sus pasos sobre la madera del suelo le resultaron ofensivos; el silencio, al detenerse, penetrante y venenoso. Arrebatado de una repentina ansiedad, salió de nuevo al jardín y se alejó unos pasos.

Tardó unos minutos en recuperar el aliento y el valor necesario para volverse hacia la casa; la puerta abierta invitándole a regresar, el ventanal descubierto bosquejando las sombras de su hogar.

Un prematuro rayo de sol alcanzó el cristal, delatando huellas de otros tiempos y encendiendo de reflejos el agua tranquila de un acuario sobre el alfeizar.

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