Un fin
de semana mezclando, intoxicado hasta la nausea, perdido, confuso, gritando en
cien portales y cada vez más ignorado. Nunca creyó que sería tan adictivo, tan
necesariamente urgente; que, tras unos comienzos inofensivos y reconfortantes,
perdería el control en autoimpuestas fechas límite cada vez más rígidas y
cercanas y en objetivos inalcanzables. Las primeras mezclas de letras y de cifras se saldaron con alguna indigestión
ocasional que pudo sobrellevar con perseverancia, dedicación y grandes dosis de
optimismo; pero a medida que los números
siguieron sin cuadrar y las estadísticas se aplanaron cual encefalograma
de difunto, la ansiedad y el desánimo le fueron dominando hasta dejarle a
merced de los efectos efímeros de aquella
droga virtual y bendita que no estaba dispuesto a abandonar.
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